Ir al contenido principal

Producto 5: Los sueños no tienen limites


Quisiera empezar esta reflexión entorno a la discapacidad intelectual retomando la historia de Rafael Calderón Almendros, un trompetista español con síndrome de Down que ha llegado más lejos que la mayoría de personas con esta condición. Este caso ilustra perfectamente como las instituciones educativas y los profesores en lugar de apoyar y adaptarse a las necesidades de los alumnos, buscan cualquier razón que justifique el rechazo de la institución hacia estos niños, donde se les presiona para que se retiren y acudan a una institución especial. Sin embargo este no fue el caso de Rafael ya que su familia y sus amigos siempre creyeron en él, y en lugar de destacar un puntaje (una calificación,un CI) ellos valoraron el gran esfuerzo y los avances cualitativos que lograba Rafael. Es así como la familia y amigos de Rafael no vieron en él un niño problema, inferior a los demás y con muchas limitaciones, sino que por el contrario siempre defendieron el hecho de que él es como cualquier otra persona, que una etiqueta no define nada y que por ello él puede lograr todo  lo que se proponga. 

Sin embargo historias como la de Rafael son más bien escasas porque la mayoría no apoya y no cree que las personas con síndrome de Down puedan lograr las mismas cosas que uno y que por ello requieren un trato especial, muchas veces infantilizado. Este trato especial más allá de ayudar realmente estas personas, muchas veces refuerza creencias erróneas sobre esta condición como que estas personas no pueden lograr las cosas por si mismas, que como los niños requieren de un adulto que les ayude todo el tiempo, que debido a su CI inferior al resto no se les puede enseñar cosas complicadas porque jamás lo entenderán, etc. Como vemos aquel trato especial ya de entrada asume cosas sobre estas personas y les asigna limites mucho antes de que estas personas si quiera lo intenten. Además este trato especial también se volvió una excusa que usan las escuelas con el fin de ahorrarse el "desgaste" que implican estos niños, es aquí donde nos damos cuenta que la educación no esta al servicio del niño/a sino que es el niño/a quien debe estar a la altura de las exigencias de la escuela y si no lo logra entonces no merece estar allí. De manera que la educación no es un derecho, es un privilegio. Este sistema educativo en lugar de premiar el esfuerzo y el proceso del estudiante, reconoce únicamente el producto final que este alcanza: la nota. Este número o adjetivo lastimosamente en muchas ocasiones se asume como un valor que define a la persona y sus respectivas capacidades. 

De modo que no es de extrañar que mediante números como la calificación en el ICFES o el CI, se juzgue a la persona sin conocerla y sin darle la oportunidad de demostrar sus capacidades. Por eso es que el caso de Rafael es tan importante porque nos hace cuestionarnos acerca de nuestras propias creencias respecto al síndrome de Down y lo que entendemos por inteligencia, ya que graduarse del colegio, llegar a ser profesional y lograr otras metas en la vida, no depende de cuan inteligente sea la persona, sino de su empeño, y de contar con el apoyo adecuado. Estas facilidades permiten que las personas puedan desplegar sus capacidades en lugar de verse limitadas cuando el sistema educativo los estigmatizan y excluye. 

Además cabe destacar como en el sistema educativo y también socialmente, se valora más ciertos tipos de inteligencia sobre otros, por ejemplo, se considera más inteligente a un niño/a que tenga un buen desempeño en matemáticas y ciencias, que un niño/a que tiene un buen desempeño en los deportes y el arte. A pesar de que Gardner hace más de 3 décadas publicara su libro inteligencias múltiples, con el fin de ampliar la concepción de inteligencia al postular que en realidad esta se divide en 8 tipos diferentes, todavía al día de hoy la mayoría de las personas siguen menospreciando la inteligencia interpersonal en comparación con la lógico matemática (por poner un ejemplo). 

Es así como el testimonio de Rafael resulta tan valioso puesto que nos invita a reflexionar sobre lo que concebimos por inteligencia,  nos hace cuestionarnos sobre nuestras creencias estigmatizantes frente a este colectivo y también nos invita a ver las infinitas posibilidades que tienen las personas con sindrome de down, puesto que ellos no son inferiores ni  incapaces de cumplir sus sueños, sino que somos nosotros como sociedad quienes les imponemos barreras que les impiden desplegar todas sus capacidades, cortandoles las alas mucho antes de que si quiera ellos intentaran volar. De manera que resulta necesario romper con todos los estereotipos entorno al síndrome de Down y en su lugar fomentar una actitud respetuosa y colaborativa que les permita desarrollarse según sus sueños y no según lo que la sociedad dictamina.

Referencias:

Calderón, I y Habegger, S. (2012). Educación, handicap e inclusión. Una lucha familiar contra una escuela excluyente. Granada: Octaedro. Págs. 53-98



Comentarios