Al finalizar la sesión de hoy, me invadió un fuerte sentimiento de frustración y de impotencia al reflexionar acerca de la importancia que tienen las creencias, actitudes y comentarios del profesorado en la salud mental de sus estudiantes, al igual que en la construcción de su autoestima y personalidad. Como en la imagen anterior, pueden existir actualmente muchos niños que se sientan desmotivados en el colegio a causa de un profesor que en lugar de ayudar, lo que hizo fue responsabilizar a ese niño y hacerlo sentir culpable e incapaz de lograr el rendimiento esperado. Es así como, lastimosamente, todavía es muy común escuchar historias de niños con hiperactividad y déficit de atención (caso Joaquin) que reciben un trato despectivo, estigmatizador y muchas veces grosero por parte de sus profesores puesto que ellos los consideran como un problema "el niño problema". De manera que no es de extrañar que estos profesores construyan unas creencias negativas con respecto a estos "niños problema", las cuales serán determinantes a la hora de relacionarse con ellos, por ejemplo " Joaquín es muy inquieto, seguro le va a ir mal en el examen", "Para que me esfuerzo en enseñarle si igualmente Joaquín no quiere aprender", etc. Todas estas creencias, expectativas y actitudes que tienen los profesores generan un impacto negativo en los niños puesto que ellos se esfuerzan, a pesar de que no logren rendir como los demás, y que este esfuerzo no sea valorado, ni tenido en cuenta va a determinar de manera negativa en la autoimagen y autovaloración que los niños construirán de sí mismos.
Es así como considero importante que más allá de definir políticas a nivel institucional para promover una educación inclusiva, el foco realmente debe estar en la cotidianidad de las prácticas, cultura y modo de relacionarnos dentro y fuera de la escuela. Porque como bien dice Echeita: Cuando un centro escolar (profesorado, alumnado, familias) no comparte ciertos valores inclusivos estamos ante una realidad en la que difícilmente podrán florecer prácticas educativas que acojan, respeten, y valoren la diversidad del alumnado (Echeita, 2019, Capitulo 2, pp.18-19). Por lo tanto resulta importante que antes de pensar en currículos flexibles y en diferentes estrategias de enseñanza dependiendo de las habilidades de los niños, primero reflexionemos acerca de aquellas creencias y prácticas que hacen parte de la cotidianidad y que en muchos casos son bastante excluyentes. Además cabe destacar que la responsabilidad de lograr una educación inclusiva no debe recaer solamente en el sistema educativo y en los profesores, sino que también en las creencias, prácticas y comentarios que realicen los compañeros y los padres, tanto en un ámbito escolar como fuera de él. Esto resulta indispensable ya que la escuela no es un ambiente ajeno, ni independiente de lo que pasa en el mundo real, tanto las prácticas socio culturales como las prácticas escolares se relacionan mutuamente y muchas veces coinciden. Por lo tanto para lograr una verdadera inclusión se debe tener en cuenta, no solo el ambiente educativo-el salón de clases- sino también los valores, actitudes y prácticas que fomenten la inclusión en otros ambientes como: el recreo, en la salida de la escuela, en las actividades extracurriculares, etc. Si esto se pudiera lograr no solo se estaría garantizando el derecho a la educación de las personas vulnerables, víctimas de la exclusión, sino que también se estaría construyendo una nueva forma de relacionarnos en nuestro día a día, lo cual podría ocasionar un verdadero cambio cultural que pueda ser más inclusivo no solo en el ámbito escolar, sino también en cualquier espacio social.
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